Kuan Yin

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En el budismo Kuan Yin es reverenciada como la Salvadora compasiva, la Bodhisattva de la Misericordia. Amada como una figura materna y mediatriz divina cercana a los asuntos cotidianos de sus devotos, el papel de Kuan Yin como Virgen budista ha sido comparado con el de María, madre de Jesús, en Occidente. Por todo el Lejano Oriente, los devotos buscan su guía y socorro en todas las facetas de la vida. Los altares dedicados a Kuan Yin se pueden encontrar en templos, hogares y grutas al lado del camino.

Statue of Kuan Yin, Nelson-Atkins Museum of Art, Kansas City, Missouri
Estatua de Kuan Yin, Museo de Arte Nelson-Atkins, Kansas City, Missouri. Aquí se le representa sentada en su pose característica de relajación.

El nombre Kuan Shih Yin, como la llaman a menudo, significa «la que estima, considera o escucha los sonidos del mundo». Según la leyenda, Kuan Yin iba a entrar en el cielo, pero se detuvo en el umbral cuando los gritos del mundo alcanzaron sus oídos.

Kuan Yin es reverenciada como protectora de las mujeres, los marineros, los comerciantes, los artesanos, los que se encuentran bajo acusación criminal y los que desean progenie. Existe una confianza implícita en la gracia salvadora y los poderes curativos de Kuan Yin. Muchos creen que incluso una simple recitación de su nombre la traerá instantáneamente a escena. El Rosario de cristal de Kuan Yin (Kuan Yin´s Cristal Rosary) contiene sus mantras y es un poderoso medio de invocar su intercesión.

Old Korean painting of Kuan Yin
Avalokitesvara con rama de sauce, Rollo de seda colgante, c. 1310, Goryeo Dynasty (Corea)

Tradiciones en el este

Durante siglos Kuan Yin ha sido el epítome del gran ideal del budismo mahayana en su papel como bodhisattva, literalmente «un ser de bodhi o iluminación» que está destinado a convertirse en un Buda pero que ha renunciado a la beatitud del nirvana con un voto de salvar a todos los hijos de Dios. Kuan Yin ha hecho el voto del bodhisattva con el fin de trabajar con las evoluciones de este planeta y de este sistema solar, y enseñarles el camino de las enseñanzas de los maestros ascendidos.

Kuan Yin era adorada en China antes del advenimiento del budismo y después fue adoptada por los budistas como una encarnación de Avalokiteshvara (Padmapani). Los devotos invocan el poder de la bodhisattva y su intercesión misericordiosa con el mantra Om Mani Padme Hum, «¡Salve a la joya en el loto!; o, como también ha sido interpretado, «¡Salve a Avalokiteshvara, que es la joya en el corazón del loto del corazón del devoto!».

Según la leyenda, Avalokiteshvara nació de un rayo de luz blanca que Amitabha, el Buda de Luz Ilimitada, emitió de su ojo derecho cuando se perdió en su éxtasis. Así, Avalokiteshvara, o Kuan Yin, es considerada como el «reflejo» de Amitabha, una emanación más o encarnación de maha karuna (gran compasión), la cualidad que encarna Amitabha. Los devotos creen que Kuan Yin, como redentora misericordiosa, expresa la compasión de Amitabha de una forma más directa y personal y que las oraciones dedicadas a ella reciben una respuesta más rápida.

 
Kuan Yin montando un dragón. Esta imagen también representa la maestría de Kuan Yin sobre el elemento agua, de la misma manera que la maestría de Madre María sobre el elemento agua está representado en las imágenes de ella con la luna bajo sus pies.

En la secta del budismo Tierra Pura, Kuan Yin forma parte de una tríada gobernante que a menudo se representa en los templos y es un tema popular en el arte budista. En el centro está el Buda de la Luz Ilimitada, Amitabha (chino, A-mi-t'o Fo; japonés, Amida). A su derecha está el bodhisattva de fuerza o poder, Mahasthamaprapta, y a su izquierda está Kuan Yin, personificando su misericordia sin fin.

En la teología budista, a veces se representa a Kuan Yin como el capitán de la "Barca de la Salvación", que guía a las almas al Paraíso Occidental de Amitabha, o Tierra Pura, la tierra de la bienaventuranza donde las almas pueden renacer para recibir instrucción continua hacia el objetivo de la iluminación y la perfección. El viaje a Tierra Pura se representa con frecuencia en grabados en madera que muestran barcos llenos de seguidores de Amitabha bajo la capitanía de Kuan Yin.

Uno de los principales emblemas de Kuan Yin es la rama de sauce. De acuerdo la creencia budista, ella usa la rama de sauce para alejar la enfermedad y rociar el néctar de la sabiduría y la compasión sobre todos los que invocan su ayuda. En algunas oraciones tradicionales asiáticas se rezaba para curar enfermedades mientras se acariciaba a la persona afectada con una rama de sauce.

Se considera que Kuan Yin es la que concede niños, por lo que a menudo se la representa con un bebé. En Taiwán también existe la leyenda de que en una de sus encarnaciones ella era madre y por lo tanto se muestra con su propio hijo.

Kuan Yin también se representa a menudo de pie sobre un dragón. El dragón para el pueblo chino representa a China y su linaje divino. También es un símbolo de todo el Espíritu de la Gran Hermandad Blanca. En su antítesis, el dragón se ve en el Libro del Apocalipsis dando poder a las bestias. Entonces, un dragón es una forma mental de una gran jerarquía, ya sea que encarne las fuerzas de la Luz o las fuerzas de la Oscuridad.

En la tradición china, el dragón y el ave fénix juntos representan el yin y el yang del T'ai Chi que gira. Entonces, la imagen de Kuan Yin montando un dragón muestra que ella tiene dominio sobre ese dragón en el sentido de dominarlo.

Miao Shan

 
Miao Shan siendo llevada por un tigre

Generalmente se cree que Kuan Yin encarnó como la tercera hija de Miao Chuang Wang, identificado con la dinastía Zhou, perteneciente a un gobernante del reino chino del norte en el siglo VI a.C. El rey se había apoderado de su trono por la fuerza de las armas y deseaba desesperadamente que un heredero masculino lo sucediera. Pero en vez de eso, tuvo tres hijas. La más joven, Miao Shan, era un niña devota que “observaba escrupulosamente todos los principios de las doctrinas budistas. La vida virtuosa le parecía, de hecho, que era su segunda naturaleza".[1]

Ella reconoció la impermanencia de las riquezas y la gloria y no deseaba nada más que "un retiro pacífico en una montaña solitaria". Les dijo a sus hermanas que “si algún día puedo alcanzar un grado elevado de bondad... rescataré a mi padre y a mi madre y los llevaré al cielo; salvaré a los miserables y afligidos en la tierra; convertiré a los espíritus que hacen el mal y haré que hagan el bien”.

El padre de Miao Shan decidió encontrarle un esposo que tuviera la capacidad de gobernar el reino. El rey le explicó sus planes y le dijo que todas sus esperanzas estaban puestas en ella. Miao Shan dijo que no deseaba casarse porque deseaba alcanzar la perfección y la budeidad.

El rey estaba enojado. "¿Alguien ha escuchado alguna vez que la hija de un rey se convierta en monja?" preguntó. Luego le exigió que se casara con un académico o un militar de inmediato. Al reconocer que no podía desobedecer abiertamente las órdenes de su padre, Miao Shan dijo que se casaría de inmediato con un médico, ya que entonces aún podría convertirse en Buda. Indignado, el rey ordenó a su oficial que la llevara al jardín de la reina "y la dejara morir allí de frío".

Miao Shan se retiró al jardín feliz de intercambiar los placeres del palacio por la dulzura de la soledad. Sus padres, hermanas y las damas de la corte intentaron en vano disuadir a Miao Shan de su propósito. En cambio, pidió permiso a su padre para vivir en el convento del pájaro blanco. El rey consintió, pero envió órdenes estrictas al convento de que las monjas deberían hacer todo lo posible para persuadir a Miao Shan de que se fuera.

Las monjas lo intentaron pero fracasaron. Luego decidieron poner a Miao Shan a cargo de la cocina donde, si fallaba, podrían despedirla. Miao Shan estuvo de acuerdo con tanta alegría que tocó el corazón del Maestro del Cielo, quien ordenó a los espíritus del cielo que la ayudaran en sus deberes.

La Madre Superiora del convento pidió entonces al Rey que retirara a su hija. El rey envió a cinco mil soldados para rodear el Convento del Pájaro Blanco y quemarlo junto con las monjas. Las monjas invocaron la ayuda del cielo, pero le dijeron a Miao Shan: "Eres tú quien nos ha traído este terrible desastre".

Miao Shan estuvo de acuerdo en que así era. Se arrodilló y rezó al cielo y luego se pinchó el paladar con su horquilla de bambú y escupió la sangre que fluía hacia el cielo. Inmediatamente se juntaron grandes nubes y las lluvias apagaron el fuego que amenazaba el convento. Las monjas se arrodillaron y agradecieron a Miao Shan por salvarles la vida.

El rey, informado de este milagro, se enfureció y ordenó al jefe de la guardia que decapitara inmediatamente a Miao Shan. Cuando la ejecución iba a comenzar, el cielo se nubló, una luz brillante rodeó a Miao Shan. Cuando la espada del verdugo cayó sobre su cuello, se rompió. Una lanza dirigida contra ella se rompió en mil pedazos.

El rey ordenó que la estrangularan con un cordón de seda. Pero un tigre saltó al campo de ejecución, dispersó a los verdugos, puso el cuerpo inanimado de Miao Shan en su espalda y desapareció en el bosque lleno de pinos.

 
Estatua de treinta y tres metros de Kuan Yin en el monte P'u-t'o, la islote sagrado que se convirtió en un centro de devoción a Kuan Yin

El alma de Miao Shan, que no resultó herida, fue llevada al inframundo, al infierno. Ella oró y el infierno se transformó en un paraíso. Fue enviada de regreso a la tierra para reanudar allí su vida. Transportada en una flor de loto a la isla de P'u-t'o Shan, el islote sagrado del archipiélago de Chusan frente a la costa de Chekiang, vivió durante nueve años curando a los enfermos y salvando a los marineros del naufragio.

Se dice que una vez, cuando le dijeron que su padre había caído enfermo, se cortó la carne de los brazos y la utilizó como la medicina que salvó la vida de su padre. Agradecido, él ordenó que se erigiera una estatua en su honor, encargando al artista que la representara con «brazos y ojos completamente formados». El artista lo malinterpretó, sin embargo, y hasta el día de hoy Kuan Yin es representada algunas veces con «mil brazos y mil ojos», siendo así capaz de ver y ayudar a las masas de su pueblo.

Durante el siglo XII, los monjes budistas se establecieron en P'u-t'o Shan, y la devoción a Kuan Yin se extendió por todo el norte de China. Esta pintoresca isla se convirtió en el principal centro de adoración a la compasiva Salvadora; multitudes de peregrinos viajaban desde los lugares más remotos de China e incluso desde Manchuria, Mongolia y el Tíbet para asistir allí a los servicios majestuosos. En un momento hubo más de cien templos en la isla y más de mil monjes. La tradición que rodea la isla de P'u-t'o relata numerosas apariciones y milagros realizados por Kuan Yin, quien, se cree, se revela a los fieles en cierta cueva de la isla.

El ideal del bodhisattva

El servicio de Kuan Yin es algo muy real y tan antiguo como las montañas. El voto que hizo la bodhisattva de permanecer con la humanidad es una vocación sagrada. Sin embargo, ella nos advierte que no lo hagamos a no ser que comprendamos completamente el servicio de estos seres dedicados:

Al estar unidos a la vida entera, somos conscientes de la vida en todas sus manifestaciones, desde la más elevada hasta la más baja. Esto forma parte del ideal del bodhisattva, que forma parte de los que permanecen con la humanidad. Y hay una cantidad bastante grande de ellos en este planeta, aunque son pocos en comparación con los que siguen su camino de un vivir desenfrenado. Es una orden muy elevada y santa, y sugiero que penséis mucho en esta vocación antes de responder diciendo, «¡yo haré lo mismo!».

Porque cuando pasen los eones y los hombres no se hayan inmutado con la llama que sostendréis, recordad que podríais desear haber elegido otro camino más fácil y gratificante. Con el paso de los siglos, los miles de años y los ciclos, cuando los mismos individuos de quienes habéis cuidado con el poder de vuestra llama del corazón estén involucrados en las mismas cosas del mundo, os veréis gritando a Dios, diciendo: «O SEÑOR, ¿cuánto, cuánto tiempo tardará esta generación de dura cerviz en llegar al conocimiento de su divinidad y del amor al fuego sagrado que por tanto tiempo hemos mantenido?»[2].

 
Kuan Yin

La llama de la misericordia

Kuan Yin representa las cualidades de la misericordia y la compasión hacia las evoluciones de la Tierra. La llama de la misericordia es el medio por el cual el Cristo intercede por aquellos que han errado, que no pueden soportar todo el peso de la Ley que exige una rápida recompensa por cada violación. La cualidad de la misericordia modera el retorno del karma de la humanidad, deteniendo la mano de la justicia hasta el momento en que las personas sean capaces de soportar, afrontar y conquistar su propia creación humana. Kuan Yin nos dice que

... la misericordia es la cualidad del amor que suaviza las asperezas de la vida, que cura las heridas del cuerpo etérico, que repara las grietas de la mente y los sentimientos, que limpia los escombros del pecado y el sentido de lucha antes de que estos se manifiesten en el cuerpo físico como enfermedad, deterioro, desintegración y muerte[3].

«La misericordia es el poder más fuerte del universo», dice Kuan Yin, porque «es el poder de la voluntad de Dios… El poder de la misericordia es la intensidad del amor que disolverá todo el temor, todas las dudas, toda la contumacia y la rebelión en la raza… La misericordia de la Ley algunas veces es muy severa, pero siempre tiene paciencia, siempre es tolerante y ve la llama en el corazón elevándose, elevándose, elevándose para encontrarse con el Cristo»[4].

Kuan Yin nos recuerda que «cuando sintáis la necesidad de una mayor fortaleza, de iluminación, de una mayor pureza y curación, recordad que todas esas cualidades os llegan desde el corazón de Dios gracias al poder de la propia llama de la misericordia. Porque con el perdón viene la renovada oportunidad de cumplir la Ley y sin perdón poco se puede progresar».[5] Por consiguiente, para volver a caminar con Dios, necesitamos el perdón.

La necesidad del perdón

Cuando lo invoquemos, démonos cuenta de que nuestro Ser Crístico es nuestro psiquiatra, nuestro psicólogo, nuestro ministro, nuestro sacerdote, nuestro rabino, nuestro amigo, aquel a quien debemos acudir diariamente para descargarnos, como hacían los indios norteamericanos. Ellos trazaban un círculo alrededor de la hoguera, de noche, y hablaban de los sucesos del día. Y todo lo que no les gustaba, lo echaban a las llamas. Es el mismo principio que ha sido enseñado en todas las religiones del mundo. Cuando lo ponemos en la llama, podemos irnos a la cama en paz. Mucho insomnio lo causa el no soltar nuestro karma diario, nuestras cargas cotidianas; y por tanto, no estamos en paz con nosotros mismos ni con Dios.

Tenemos la necesidad de confesarnos, necesitamos decirle a Dios aquello que hemos hecho y que no está de acuerdo con su Ley. Hasta que no se lo digamos y pidamos que su llama del perdón pase a través de nosotros, tendremos una sensación de culpabilidad, temor, vergüenza y, sobre todo, de separación de él. Hoy día esto es manifiesto en toda clase de enfermedades mentales y emocionales, personalidades divididas, odio hacia el padre y la madre, odio hacia los hijos y muchos otros problemas de los cuales es presa la sociedad moderna. El sendero de regreso al gurú, al Cristo Interior, implica pedir la ley del perdón.

El perdón es algo que debemos invocar no sólo para nosotros, hemos de invocarlo para todo lo que tiene vida, todos los que han sido injustos con nosotros, todos aquellos con quienes nosotros hemos sido injustos. Saint Germain nos enseña que cuando invocamos perdón, debemos hacerlo con un intenso amor en nuestro corazón. Hemos de comunicarnos mutuamente que nos perdonamos y que estamos pidiendo perdón. Y demuestra humildad el decir, «lo he hecho mal y te pido a ti y a Dios que me perdonéis».

Cuando invocamos la ley del perdón, este explota en el aura como fuegos artificiales de color violeta, morado y rosa, disolviendo los estados desagradables que hay en nuestro mundo. Y comienza a intensificarse hasta que grandes esferas de energía salen de nuestro corazón e inundan el mundo. Usted puede visualizar a un ser querido, a un niño, a un autoproclamado enemigo, a una figura política; puede visualizar toda una ciudad, el gobierno, el país o el planeta entero dentro de esta brillante esfera de la llama de la misericordia, convirtiéndose en receptores de olas y más olas de este vino del perdón.

El perdón es una ley, y gracias a esta ley nuestros pecados son apartados para que tengamos la oportunidad de desarrollar la conciencia Crística. «Es necesaria una preparación en la ley del perdón», nos instruye Kuan Yin, «pues en verdad es la base de la era de Acuario… El perdón no es saldar karma; es apartar el karma para que recibáis la libertad en una renovada creatividad de conquistar, de avanzar, de corregir las cosas sin la pesada carga, ese peso del pecado. Y cuando lleguéis al punto en que tengáis un logro mayor, entonces, según la ley del perdón, ese karma que fue apartado se os devuelve. Y en vuestro estado elevado de conciencia en el plano de la maestría propia, con rapidez colocáis en la llama esa sustancia para que sea transmutada, y perseguís vuestra elevada vocación»[6].

Existe una diferencia entre el perdón de los pecados y su transmutación. Alguien podría robarle el bolso y después decirle que siente haberlo hecho. Usted le puede perdonar, pero el asunto no está cerrado, kármicamente hablando, hasta que él le devuelva el bolso con todo el dinero intacto o hasta que realice alguna restitución necesaria. El perdón no es saldar el karma; es el apartar el karma para que podamos recibir la libertad de corregir las cosas sin esa pesada carga del pecado.

La base del sendero de la vida abundante o de la ciencia es el perdón. Es la resolución de la armonía entre todas las partes de Dios. Es una acción intensa de amor de la llama trina. Las energías de la llama violeta, las energías de Dios, siempre laten, siempre se mueven, y transmutan los registros del subconsciente. El perdón es el cumplimiento de la ley de Isaías: «Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana»[7].

 
Estatua de 108 metros (354 pies) de Kuan Yin en la isla de Hainan, en el Mar de China Meridional

La necesidad de perdonar

Si usted espera recibir perdón, entonces debe estar listo para perdonar setenta veces siete, como enseñó el Maestro Jesús. «En lo pequeño y en lo grande, la humanidad es puesta a prueba», dice Kuan Yin, «y el fanatismo que queda en la conciencia de algunos también es una falta de perdón. Los que no pueden perdonar a su prójimo porque no piensan o veneran como ellos, esos tienen la dureza de corazón que encasilla la llama del amor y también impide el flujo de la sabiduría»[8].

La misericordia de la ley es como una calle de dos sentidos. Es la señal que enviamos a Dios y la señal que él devuelve. Una calle de dos sentidos da por sentado la reciprocidad con Dios. Si esperamos misericordia de Dios, entonces debemos ofrecer misericordia a todo cuanto tiene vida. El cumplimiento de la ley de la misericordia debe ser para la liberación suprema de todas las almas. Así, al perdonar a la vida, la vida nos perdona a nosotros.

Una y otra vez todos hemos oído el cliché, «lo pasado, pasado está. ¡Perdonar es olvidar!». Esto es muy cierto, porque si aún podemos resucitar el recuerdo de una injusticia que nos han hecho, no hemos perdonado de verdad. Para perdonar, el registro y el recuerdo deben ser disueltos de nuestra conciencia. Kuan Yin nos dice que si esto no es así, no sólo no hemos perdonado de verdad, sino que «habéis endurecido vuestro corazón. Habéis almacenado el registro como una ardilla con sus nueces en lo profundo del subconsciente. En lo profundo del plano etérico, habéis almacenado el registro de esa injusticia. No la habéis soltado para ponerla en la llama. No habéis estado dispuestos a soltar y a dejar que Dios sea libre de expresarse en aquellos que han sido injustos con vosotros, en aquellos con quienes vosotros habéis sido injustos»[9].

Una de las mejores formas de llevar a cabo este «perdonar es olvidar» totalmente es mediante el uso de la ciencia de la Palabra hablada, acompañada de visualizaciones, con un mantra del perdón escrito por El Morya en sus «Decretos de Corazón, Cabeza y Mano».

YO SOY el perdón aquí actuando,
Arrojando las dudas y los temores,
La Victoria Cósmica despliega sus alas
Liberando por siempre a todos los hombres.
YO SOY quien invoca con pleno poder
En todo momento la ley del perdón;
A toda la vida y en todo lugar
Inundo con la Gracia del perdón.

Al hacer esta oración diariamente, usted puede visualizar las llamas de la misericordia, que son de un hermoso color rosa-violeta, envolviendo su ser y eliminando la causa y el núcleo de muchas injusticias del pasado. Es posible experimentar una gran sensación de alivio de las cargas que puede haber estado llevando durante siglos cuando pida el perdón de sus pecados –incluso aquellos de los que pueda no ser consciente en esta encarnación– y luego acepte de veras la gracia y el perdón de Dios que él le ofrece a través del regalo de su llama violeta transmutadora.

El color violeta tiene muchas tonalidades que van desde el rosa orquídea de la llama de la misericordia, que contiene una mayor saturación del rayo rosa del amor de Dios, hasta la llama de un morado oscuro que encarna más el azul de la voluntad de Dios. La llama morada posee una mayor acción electrónica purificadora, la cual, cuando se utiliza alternativamente con los decretos verdes de curación, purificará y curará efectivamente los cuatro cuerpos inferiores, especialmente el cuerpo etérico (el cuerpo de la memoria) de los registros del pasado que puedan estar enterrados en lo profundo del subconsciente. Para invocar la llama violeta, tome cualquier decreto de llama violeta y sustituya la palabra «morado» por «violeta». Muchas veces es más difícil penetrar en el cuerpo etérico que en cualquier otro de los cuerpos inferiores, por eso la repetición de un mantra treinta y seis veces puede resultar muy eficaz en la limpieza de antiguos registros de impulsos acumulados.

 
Kuan Yin, por Ruth Hawkins

Servicio en el Gran Consejo Kármico

Kuan Yin nos recuerda otra faceta de la llama de la misericordia cuando nos dice:

Por muchos de vosotros he suplicado ante los Señores del Karma por la oportunidad de encarnar, de ser plenos, de no tener que recibir en lo físico el gran karma de estar lisiados y cegados al nacer, algo que algunos de vosotros habéis merecido. He intercedido con la llama de la misericordia por vosotros para que podáis buscar, con la libertad de una mente y un cuerpo sanos, la luz de la Ley. Algunos a quienes los Señores del Karma han negado esa misericordia se encuentran hoy en instituciones para enfermos mentales; para ellos era apropiado la experimentación de la agonía de la ausencia de la presencia de la mente Crística, para que pudieran saber qué significa profanar esa mente, para que pudieran regresar en otra vida y apreciar el don de la razón, el don de buscar la Santa Palabra Encarnada por el poder del Logos.

Vosotros no comprendéis cuánto ha estado en juego en vuestra vida porque la llama de la misericordia ha estado disponible para vosotros. Habéis llamado y Dios ha contestado, y a través de mi corazón y mis manos la misericordia ha fluido. Digo esto para que podáis tener también la sabiduría de entender que cuando la misericordia se ha concedido por un tiempo, se espera de vosotros que entreguéis los frutos de la misericordia, siguiendo las obras del SEÑOR y el camino de la sabiduría[10].

La Bodhisattva Kuan Yin es conocida como la Diosa de la Misericordia porque anima las cualidades Divinas de la misericordia, la compasión y el perdón. Ella presta servicio en el Consejo Kármico como representante del séptimo rayo (rayo violeta). También ocupó el cargo de chohán del séptimo rayo durante dos mil años hasta que Saint Germain lo asumió a finales de 1700.

Su retiro

Artículo principal: Templo de la Misericordia

Kuan Yin ascendió hace miles de años y ha hecho el voto del bodhisattva para servir al planeta Tierra hasta que todas sus evoluciones sean libres. Desde su retiro etérico, el Templo de la Misericordia, sobre Pekín (China), ella sirve a las almas de la humanidad, enseñándoles a saldar su karma y a cumplir su plan divino mediante el servicio amoroso a la vida y la aplicación de la llama violeta.

La llama de Kuan Yin es del color de las orquídeas, el rosa del amor divino templando el azul de la voluntad de Dios. Su flor es un loto rosa y violeta; el centro, siendo rosa, es como la llama de la misericordia, volviéndose de un violeta más y más intenso en la periferia.

Véase también

Rosario de cristal de Kuan Yin

Notas

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “Kuan Yin”.

Folleto del Rosario de Cristal de Kuan Yin, introducción.

Elizabeth Clare Prophet, 1 de julio de 1988.

Elizabeth Clare Prophet, 5 de julio de 1996.

  1. Edward T. C. Werner, Mitos y Leyendas de China (London: Harrap, 1922), capítulo X. El siguiente relato está adaptado de esa fuente.
  2. Kuan Yin, “The Quality of Mercy for the Regeneration of the Youth of the World (La cualidad de la misericordia para la regeneración de la juventud del mundo)”, Perlas de Sabiduría, 1982, segundo libro, págs. 120–21.
  3. Kuan Yin, “A People and a Teaching Whose Time Has Come (Un pueblo y una enseñanza cuyo momento ha llegado)”, 18 de septiembre de 1976.
  4. Kuan Yin, “The Sword of Mercy (La espada de la misericordia)”, 10 de octubre de 1969.
  5. Kuan Yin, “Karma, Mercy, and the Law (Karma, misericordia y la Ley)”, Perlas de Sabiduría, 1982, segundo libro, pág. 106.
  6. Kuan Yin, “A Mother’s-Eye View of the World (Perspectiva de una Madre sobre el mundo)”, Perlas de Sabiduría, 1982, segundo libro, pág. 87.
  7. Isaías 1:18.
  8. Kuan Yin, “Mercy: The Fire that Tries Every Man’s Works (Misericordia: el fuego que pone a prueba las obras de todo hombre)”, Perlas de Sabidurías, 1982, segundo libro, pág. 95.
  9. Kuan Yin, “A Mother’s-Eye View of the World (Perspectiva de una Madre sobre el mundo)”, Perlas de Sabiduría, 1982, segundo libro, pág. 87.
  10. Kuan Yin, “Mercy: The Fire that Tries Every Man’s Works (Misericordia: el fuego que pone a prueba las obras de todo hombre)”, Perlas de Sabidurías, 1982, segundo libro, pág. 96.